domingo, septiembre 10, 2006



Muda en su intención,

la voz se postra.
Calma impera

y aplaca la sed de la conciencia.


Y no hay hambre entre las bocas

ni luz conmovedora,

por sernos lo que son e invaden,

por dar en la impaciencia

su demora.


Alójate sobre la desnudez,

si es que la encuentras,

de la voz desposeída del instinto

que ya todo lo que fuiste

fue olvidado,

y enterrado queda hoy

bajo tapas de algún libro.


Muda boca.

Cero celo.

Dios heraldo.

*
No se acabará la noche

por huirle a la mañana,

ni la luz del amanecer

robará los deseos del instinto.
Pero enmudecidos quedan

y la oscuridad se ahoga

en el pozo de ambiciones

que vislumbra.


Toda luz

toda estirpe,

toda cuna,

bien llegada sea

al cobijo de la aurora.


*

Vuelo en solitario

hasta vislumbrar tus ojos;

la vida se me planta

y caigo en picado.


***
Con el peso de la fe que me encadena

a ese ruido de la voz de la conciencia

(y su carga de justicia e ideales),

se me rompe en mil pedazos la entereza

y me someto, derrotada, a mi condena.


Habrá Dios, que por serlo, a mí atormenta;

habrá milagros, que regala y habrá ofensas...

Y en la dicha de lo hallado

y en duelo de lo ido

queda Dios, mudo y callado

como simple espectador

de mi quebranto.


Si será que su mano me ha dejado

o quizás, que en mi ego, me he perdido...

Tiemblo mansa,

grito furia, mas no acabo...

Acusando la fatiga de mis dudas.
¡Ay! Mi Dios...

¡Al asalto está la vida!


-Mt-

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